María Auxiliadora Rodríguez
Cuando me propusieron que participara en este espacio comencé a pensar en mi experiencia actual con niños y adolescentes. Sin embargo, en un primer intento de escritura hice una construcción sobre las nociones de libertad, voluntad, elección y sexualidad, desarrollos que han seguido toda una línea de trabajo desde mi posición como coordinadora del Observatorio de género, biopolítica y transexualidad.
Pero en este momento de eso se está hablando bastante, queda a un lado la transmisión de la experiencia con los sujetos con los que nos encontramos.
Actualmente me topo con niños y sobre todo con adolescentes, cuya pregunta no está remitida al encuentro con el cuerpo de otros, sino que permanecen en un goce autoerótico alrededor del propio cuerpo. Las heridas autoinfligidas están a la orden del día en un juego pulsional bastante anterior a este encuentro con los otros cuerpos.
En su discurso la elección de objeto responde a un ideal amoroso, más allá del género, y se muestra francamente narcisista.
He podido observar una indiferencia ante las posibilidades de elección, y en bastantes ocasiones de socialización. Cual plantas en el desierto, crecen en un desarraigo del Otro, llenos de espinas listas para repeler los intentos de vínculos
.
Ante este panorama la posibilidad de elección pasa a un segundo plano. La voluntad muchas veces está a la orden de este circuito autoerótico para elegir nada.
En la mayoría de estos casos no existe un mayor juicio hacia la sexualidad de los otros. En ese mismo sentido, no representa problema entre ellos si se perciben como hombres o mujeres, esto es problema para los adultos, padres y docentes, presos de la angustia que produce esta especie de apatía generalizada, cuya forma de vínculo pasa por el uso de dispositivos con pantallas.
No son todos, pero son bastantes, los temas “clásicos” no han desaparecido, pero de lo que hoy hablo es algo que acecha en silencio, por lo que es importante poner atención a esta demanda sordomuda.
Entonces, por una parte, tenemos un discurso social que vela por que puedan ejercerse todas sus libertades, que puedan decidir y actuar en consecuencia. Un llamado al todo vale que se topa con una respuesta sintomática de nada vale.
Ahora es fundamental la pregunta de cómo hacer para producir un encuentro por la palabra en este mundo en el que todo esto no deja de producir sufrimiento y un constante juego con la muerte.
¿Realmente tenemos el coraje de poner nuestra práctica más allá o más acá del tema de la sexualidad?