Carlos Márquez
Para el período de trabajo que comenzamos, el contexto no puede ser más prometedor. Nuestra barca, la Asociación Mundial de Psicoanálisis se sacude con fuerza bajo el soplo del espíritu del psicoanálisis. En nuestras a veces demasiado tranquilas aguas de Bogotá, nuestra barca aún más pequeña reinicia un recorrido anual en un camino que se plantea como de formación psicoanalítica. ¿Nos llegará el viento del espíritu del psicoanálisis también a nosotros? ¿Nos será propicio? ¿Tendrá forma de juicio? ¿Hemos estado a la altura de nuestro deseo?
Si algo no soporta el espíritu del psicoanálisis es la paz y la tranquilidad de esos lugares donde el acto es imposible porque las rutinas triunfaron. Es lo que un analizante experimenta en su recorrido, que ninguna verdad dura más de cinco minutos, lo que le va danto pistas, nunca del todo conclusivas, acerca de cómo responde tratando de apaciguar su propio real en juego. El espíritu del psicoanálisis bien puede decir: “la tumba son pa lo muerto y de muerto no tengo ná”.
Esas rutinas configuran verdaderas formaciones pulsionales en la escuela, donde el grupo se defiende del acto de sus agentes y de los efectos de los análisis que ellos mismos adelantan. Que esto sea inevitable no nos exime de señalarlo y de darle un tratamiento de bien decir ahí donde la escuela amenaza con estabilizarse en institución, dándole satisfacción al grupo por encima de los efectos del discurso que le sirven de soporte. Así el discurso está en souffrance, sufre y espera, y mientras más espera con más fuerza emerge en una crisis.
Por qué nos sorprende, si esto es una descripción de la estructura misma de la temporalidad del inconsciente, que indomado al mismo tiempo que oprimido no puede sino hacer un síntoma para hacerse escuchar. Ahora bien, las obras del síntoma en la Escuela son conocidas: la solemnidad, la jerga, y el trabajo forzado. En cambio, el fruto del espíritu del psicoanálisis es la alegría, el saber jovial y el prodigarse; y contra tales cosas no hay más objeción salvo que no son fáciles de sostener en el tiempo. Es el precio que se paga por invocar un ventarrón que nadie sabe de dónde viene ni a dónde va.
Hoy presento a nombre del directorio una propuesta de trabajo que continúa algunas de las líneas que venimos desarrollando, modifica otras e incorpora otras más.