Beatriz García Moreno
En torno a la pregunta por la subjetividad de la época que fue el rasgo del cartel, detenerme en la diferencia entre Patriarcado y Nombre del Padre me permitió precisar formas particulares de la manifestación de este último en la época actual y diferenciarlas del discurso del psicoanálisis que propone al síntoma como brújula.
El patriarcado como forma de poder, logra notable visibilidad luego de mayo del 68 francés, debido a cuestionamientos que, en ese momento, se hicieron a diferentes autoritarismos encarnados en amos no sólo presentes en la universidad, sino en la familia y en las instituciones en general. A esos cuestionamientos se unieron diversos movimientos feministas que, desde sus inicios en el siglo XIX, habían situado en el patriarcado la causa de su falta de derechos, de su exclusión de lo público y de su maltrato como mujeres.
El psicoanálisis, atento a los síntomas de la época, no ha sido indiferente a la crisis de la imago paterna y a su franca declinación en el momento de ascenso al cénit de lo social, del discurso de la ciencia en alianza con el capitalismo. Desde los inicios del psicoanálisis, Freud sitúo la función del Nombre del Padre como fundamental en la constitución subjetiva. Lacan, apoyado en Durkheim, en su temprano texto, Los complejos familiares (1938), reconoció el declive del Nombre del Padre y luego, en sus múltiples lecturas del Edipo, precisó su función, no sólo como el de la interdicción sino como el que tiene el falo y lo otorga. En sus elaboraciones, formuló su pluralización, pérèversion, y definió, más allá del mito edípico, su función lógica en la estructura subjetiva hasta reconocer en su última enseñanza, su evaporación, y situar en el síntoma de cada uno, la función de anudamiento antes atribuida al padre. Se trata de la época de la inexistencia del Nombre del Padre, como diría Nieves Soria (2021), de una época regida por un orden de hierro, utilizando la expresión de Lacan, limitada a un nombrar para un proyecto particular.
“…Ser nombrado para algo, he aquí lo que despunta en un orden que se ve efectivamente sustituir al Nombre del Padre. Salvo que aquí, la madre generalmente basta por si sola para designar su proyecto, para efectuar su trazado, para indicar su camino.” (Lacan, J. Seminario 21 Los no incautos yerran, Los nombres del padre, pp. 50-51, clase 10, 19 de marzo de 1974).
La caída del Nombre del Padre se ha dado en simultáneo con el posicionamiento del saber impersonal de la ciencia, en el lugar del agente del discurso universitario, sostenido por el capitalismo y los desarrollos científico-tecnológicos, como lugar de referencia y autoridad, no sólo de la universidad sino de la sociedad en general, con consecuencias tanto en el saber que se transmite y la forma de hacerlo, como en la autoridad que se le atribuye. En los tiempos actuales del neoliberalismo, el ascenso del objeto a, gadget, al socielo, como dice Lacan en Televisión (1973) y lo desarrolla Miller en “Una fantasía” (2006), da cuenta de la función de plus de goce que cumple este objeto, sostenida por el mercado, dando lugar a que sea el fantasma el que tome el mando. A su vez, desde lo social, la Ley y el control se agencian mediante comités de tipo burocrático y administrativo que imparten las normas y realizan las evaluaciones que homogeneizan las prácticas sociales, impidiendo la singularización y extendiendo la segregación a todos los ámbitos de la sociedad. Todo ello, apoyados en los sistemas de seguridad y vigilancia que ofrecen las nuevas tecnologías.
En medio de este panorama, algunos se empeñan en hacer existir el padre, no sólo en la versión del discurso del amo aferrado al patriarcado sostenido por fundamentalismos religiosos, nacionalismos u otros; también en el discurso de la histeria, feminismos diversos encuentran la manera de darle consistencia, al no cesar de pedirle al amo de turno, desde la posición de víctimas, que solucione sus denuncias contra el poder opresivo del patriarcado. En la repetición permanente de sus demandas, el amo al que se dirigen se muestra en falta, pues si bien algunas de sus derechos encuentran respaldo en la expedición de leyes para la igualdad, las violencias contra sus cuerpos no encuentran ninguna salida. Su empeño en aferrarse a la denuncia no logra sacarlas de la lógica fálica en la que se perpetúa su condición de víctimas, por el contrario, cualquier propuesta es interpretada como manifestación de lo macho. El psicoanálisis, por ejemplo, para muchas, no va más allá del Edipo freudiano y el penisneid.
En la época actual, cuando el fantasma se afianza en alianza con el capitalismo de mercado, cuando la ciencia se ofrece como camino para la verdad, cuando el padre-amo encuentra diferentes modos de hacerse presente, el psicoanálisis propone al síntoma de cada uno, como camino para el anudamiento del ser hablante. Su discurso introduce una lógica diferente a la fálica, dominante en los demás discursos, y da cabida al no-todo, a lo femenino en tanto goce suplementario. Desde ahí, agujerea los discursos que se empeñan en sostener al padre, enfrenta la segregación y violencias generalizadas y abre camino a la singularidad.
Referencias
Lacan, J. 2012. “Los complejos familiares y su incidencia en la formación del individuo” (1938), en Otros Escritos. Buenos Aires: Paidós. Págs. 33-96.
Lacan, J. 2012. “Introducción a los Nombres del padre” (20 de noviembre de 1963) en De los Nombres del Padre. Buenos Aires: Paidós. Págs. 65-103.
Lacan, J. 2012. “Televisión” (1973) en Otros Escritos. Buenos Aires: Paidós. Págs.
Lacan, J. Seminario 21 Los no incautos yerran, Los nombres del padre, pp. 50-51, clase 10, 19 de marzo de 1974.
Miller, J-A. 2010. Extimidad. Buenos Aires: Paidós.
Miller, J-A. 2012. “Una fantasía”, en Punto Cénit. Política, religión y psicoanálisis. Buenos Aires: Colección Diva. Págs. 37-54.
Soria, Nieves. 2021. La inexistencia del Nombre del Padre. Buenos Aires: versión ebook.