Claudia Patricia Santos
“No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa” José Ortega y Gasset
La pasión, un concepto que el psicoanálisis retoma de la filosofía clásica otorgándole su propia acepción, es la vía que Lacan propone para reconsiderar los afectos acentuando su resorte psíquico. Desde Freud se sabe que éstos se desligan y trastocan de las palabras teniendo diferentes incidencias en el cuerpo. De allí que requieran un trabajo y que no en pocas ocasiones sobrevengan inentendibles, excesivos, insensatos, no compatibles con la causa aparente. A veces se presentan como imposibles de poner en palabras, se sueltan de la voluntad.
La pregunta a partir de la cual se articula el trabajo personal de este cartel ¿Qué explica la elección de la cólera como modo de respuesta ante la contrariedad? remite al asunto de la elección para el psicoanálisis. El viviente humano no nace sujeto, se subjetiva en relación con el Otro, primando el lenguaje. En este tránsito no es un mero objeto receptor de lo que le deviene o acontece, el sujeto que va emergiendo asume posición y por tanto decide; asunto contradictorio desde la lógica racional que a la vez se hace buena noticia por cuanto no queda sólo preso del determinismo biológico, de lo azaroso de la vida o del trazo de un destino. La constitución subjetiva a la vez que marca un rumbo deja también un margen para la maniobra, para futuras elecciones.
Esto, además lo instala en un orden ético, un responder por los efectos derivados del decidir. Por tanto, la elección subjetiva apareja la responsabilidad subjetiva; “A partir del “no sé por qué me pasa esto”, [el sujeto] se hace cargo de las consecuencias de algo de lo que no sabe cómo opera pero entiende que lo concierne.” (1).
Las pasiones tienen que ver con un asunto exclusivo para el ser hablante y es el enredo con su propia satisfacción. En las pasiones algo se satisface, así paradójicamente alance para el sujeto lo mortificante. De esta manera cuando el sujeto que se encoleriza elige -así no sepa que lo hace- la cólera como modo de respuesta ante lo que no anda, una satisfacción está produciendo aun lo que quede como efecto luego del estallido colérico sea la vergüenza, el abatimiento físico y anímico, la profunda tristeza. De esta elección y sus consecuencias es responsable.
Pero ¿qué resorte psíquico da cuenta de esta elección? El goce del encastre propuesto por el psicoanalista Gerardo Arenas contribuye a despejar (2). Nos dice consiste en la satisfacción producida al descubrir una relación, ponerla a prueba y hacer algo con ella. Una satisfacción por la articulación, unión, acople, correspondencia expresada en actividades que hallan la llave que abre la cerradura: Lego, rompecabezas, tetris; acertijos, adivinanzas, jeroglíficos; bricolaje; hacer corresponder la teoría con los datos empíricos, encontrar para la ecuación el número que satisface la x; la literatura o el cine policiaco, de suspenso que resuelven misterios.
Cuando para el sujeto que se encoleriza algo perturba la ganancia de satisfacción devenida del encastre, podría ganar la satisfacción perdida mediante la cólera así sea una vía enloquecida, más allá del placer. Lacan lo explica con una bella metáfora: “Es difícil no percatarse de que un afecto fundamental como el de la cólera no es otra cosa más que esto: Lo real que llega en el momento en que hemos hecho una muy bella trama simbólica, en que todo va muy bien, el orden, la ley, nuestro mérito y nuestra buena voluntad. De repente nos damos cuenta de que las clavijas no entran en los agujeritos. Ese es el origen del afecto de la cólera. Todo se presenta bien para el puente de pontones en el Bósforo, pero hay una tormenta que agita el mar. Toda cólera es agitar el mar” (3).
Lo insostenible de la bella trama simbólica por la intrusión inevitable de lo real resulta insoportable para el sujeto colérico. El psicoanalista Héctor Gallo en su libro Las pasiones en el psicoanálisis afirma que la cólera como respuesta ante el desacomodo inesperado, ante lo que sucede como no se espera, las cosas no se ajustan en el lugar que les corresponde, remite a la relación del sujeto con un ideal por la vía del goce. La dimensión pulsional del superyó lleva a que la espera por el ideal desespere, a que se convierta en un deber implacable que encoleriza.
La no armonía de los hechos cotidianos podría ser una reedición de la fórmula lacaniana, “no hay relación sexual” (las clavijas no entran en los agujeritos) que el sujeto colérico pretende hacer existir a toda costa. Al encuentro con el desencuentro manifiesto incluso en cuestiones aparentemente simples como un malentendido menor del lenguaje el otro no entiende exactamente lo que quiero decir, o el trastoque de los objetos, sobreviene la tormenta que agita el mar.
Tal tempestad es en el cuerpo “para Freud la cólera deriva de un obstáculo en el circuito pulsional que, debido al empuje irrefrenable y al factor cuantitativo obliga a la pulsión a trazar un corto – circuito para obtener su satisfacción, que ya no es el objeto en sí, sino su descarga definitiva y completa” (4). Aunque se exteriorice, la cólera como pasión del alma deviene un goce solitario. Exceso que no accede al llamado a la calma (insuficiencia de la palabra) y que lleva a decir no es o no era para tanto, a quien se presenta al paso del sujeto encolerizado, lo que también termina diciéndose así mismo quien precipita esta pasión pasado el episodio colérico; armar una tormenta en un vaso de agua dice la frase coloquial.
Siendo las pasiones un reflejo de la época, la actual empeñada en la psicoeducación emocional y en el control orgánico de las emociones, se ve asaltada en su perplejidad ante los estallidos coléricos por doquier y a causas consideradas nimias; pues su modo de respuesta no alcanza al hacer caso omiso de la dimensión pulsional implicada. Es la época del empuje a la satisfacción completa e inmediata, del mandato de felicidad plena y permanente, de armonía inmutable; en últimas de un Todo encastre imposible que como contrapartida tropieza con la cólera.
Para el psicoanálisis el asunto de las pasiones no consiste en un inadecuado raciocinio o poca inteligencia, así como su dirección no va en la vía del control o eliminación de éstas. Se orienta hacia una ética, un saber del sujeto sobre sus pasiones al tiempo que un responder por ellas, lo que implica bordear vía la palabra lo pulsional en juego. Un arreglo distinto con lo real, un nuevo acomodo con la satisfacción.
Frente al goce implicado en la cólera, tomando el caso por caso, quizá que el sujeto asuma diferente el ideal. Que acepte la existencia de lo imposible y acoja de otra manera lo contingente de la vida. Que consienta como salida posible acentuar el goce del encastre más anudado al deseo.
Al anuncio del psicoanálisis de que el sujeto participa en la elección de su forma de padecer, comunica también “[…] que la responsabilidad subjetiva tiene como correlato la posibilidad siempre renovada de “hacer con” aquello que lo aqueja” [5]. No es una promesa menor pues sin libertad absoluta, hasta en las circunstancias más oscuras esa condición, la de sujeto, permite el margen para arreglárselas con el malestar de una mejor manera.
[1] Gallo, H.2016. Las pasiones en el psicoanálisis. Ediciones Grama
[2] Arenas, G. 2015. Cólera, indignación y goce del encastre. Revista Estrategias. Psicoanálisis y Salud Mental. Año II, No. 3. DOSSIER La ira y las pasiones tristes. Pág. 57 https://revistas.unlp.edu.ar/Estrategias/issue/view/214. https://es.scribd.com/document/183063345/Legoland
[3] Lacan, J. 2014. Seminario 6: “El deseo y su interpretación”. Editorial Paidós. Pág. 159
[4] Gustavo, Z. 2019. En torno a la cólera I. WEB IX ENAPOL Odio, cólera e indignación. https://ix.enapol.org/es/en-torno-a-la-colera-i-2/
[5] Matera, S y otros. 2010. La elección: Suposición de un sujeto https://www.aacademica.org/000-031/802