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El impasse como recurso

Luz Adriana Mantilla.

Se dice a menudo lo importante de dar lugar al impasse, sin embargo, parece que es del impasse de lo que menos se habla, ¿por qué nos cuesta hablar del impasse en la Escuela?. Esta pregunta me surgió en una conversación de trabajo sobre carteles, la pregunta me la dirigía principalmente a mí, aunque en ese momento no lo sabía. Lo que creía percibir en otros espacios de Escuela, particularmente lo que sucedía al interior de un cartel, en realidad era algo que me convocaba en principio a mí. Este cartel se vio obstaculizado al inicio por una dificultad para establecer encuentros, lo que produjo una falta de ritmo. De allí que capto que un mínimo simbólico se hacía necesario para que el cartel puediera comenzar, sin embargo, en mi experiencia, había una dificultad para decir y los pocos encuentros logrados transcurrían sin que yo dijera algo al respecto. Tal vez esto sucedía porque pensaba que el análisis era el lugar en el que los impasses se elaboraban, se formalizaban, pero creo ahora que la Escuela es también un lugar que no queda separado de dicha formalización.

En un encuentro de trabajo un cartelizante introdujo la siguiente pregunta con su texto: ¿este cartel funciona?, lo que dio cabida para poder introducir algunas palabras sobre lo que empezó a constituir para mí un impasse que localizaba en el cartel; a pesar de ello, parecía que el trabajo de cada uno andaba y esto redoblaba mi propio impasse el cual posteriormente se logró anudar a una dificultad en la transferencia de trabajo con otros. La vía para intentar salir de este impasse, fue dar cabida a la escritura, al inicio, la de un avance en el que me planteaba una pregunta por el impasse articulado a un tipo de lazo en la Escuela, un lazo que en mi interpretación podía partir de una cierta incomodidad, quizás mejor, de un cierto síntoma que ocurre en el trabajo con otros.

De allí, partiendo de la pregunta por ¿qué lazo en la Escuela?, es que intento ubicar qué pasa del impasse, si así lo puedo decir, y allí ubico una cita de Miller que me orienta para pensar de qué manera nos podemos servir del impasse: “La práctica Lacaniana fracasa {…} y evidentemente este fracaso no es un fracaso contingente. Este fracaso es la manifestación de la relación a un imposible.”(1) El fracaso no es contingente afirma Miller, sino que está en relación a un imposible, al No hay relación sexual enunciado por Lacan. En esta cita el fracaso se encuentra en relación a nuestra práctica, pero también podría pensarse respecto a la formación en la Escuela. Sin embargo, también nos dice Miller que el hecho de que haya contingencia “hace que no podamos incluso decir que el fracaso es la ley de lo real, según la forma enigmática de Laca: lo real es sin ley.”(2) De modo que por un lado, el fracaso está elevado a un principio de la práctica y en ese sentido, quizás lo más genuino que podemos transmitir son los impasses, ya que hablar de los éxitos como dice Miller, no nos contenta tanto, o al menos pienso no debería. Por otro lado, partiendo de este imposible por estructura, se abre entonces una posibilidad gracias a la contingencia, y con ella los múltiples arreglos que cada quien encuentra. En lo que a mi experiencia respecta, poder ubicar al impasse como una posibilidad, como punto de partida, fue la contingencia que me permite ahora, tener una noción más relativa de lo que implicaría esta dimensión de fracaso; el punto de partida, es la partida que se juega en la propia subjetividad y también de ser posible la que jugamos con otros vía la transferencia de trabajo. Esta otra dimensión que se abre para mí, depende del uso que se haga de la noción de fracaso, es la dimensión de otra lógica que permita incluir aquello que en apariencia estorba, a saber, lo sintomático, o también la de poder pasar de los impasses a las invenciones. De allí quizás que Miller apunta a cuidarse más de un “eso marcha”, brújula que le permitió, en una conversación de pasillo percatarse de que en el acuerdo entre analistas había algo que precisaba interrogarse, lo que dio paso a su texto Una Fantasía sobre la hipermodernidad. 

De este modo, si mi interferencia en la trasnferencia de trabajo, puede elaborarse, y aún más ponerse a la conversación con otros, será porque en un inicio habrá que consentir a ella, consentir al propio impasse, el que permitirá entonces la posibilidad de bordear, cada vez, aquello que no logra decirse. Fernando Vitale para un seminario de la sede Bogotá titulado La Escuela: una respuesta a la estructura de la experiencia analitica refiere: “el psicoanálisis fracasa, porque siempre está por renovarse.” En ese sentido, el fracaso permite la inveción, los impasses por su lado, son el recurso de trabajo, y lo que posiblita el trabajo del psicoanálisis. En este punto, quisiera reiterar mi pregunta, la cual pese a todo me insiste, ¿por qué entonces nos cuesta hablar del impasse en la Escuela, particularmente en nuestra sede?. 

Referencias:

(1) J, Miller. Una Fantasía. Conferencia a propósito del VIII Congreso de la AMP. Página oficial del VIII  Congreso El orden simbólico en el siglo XXI. Arículo en línea: http://2012.congresoamp.com/es/template.php?file=Textos/Conferencia-de-Jacques-Alain-Miller-en-Comandatuba.html 

(2) Ibíd.