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El cartel síntoma. ¿Qué lazo es ese?

Clara M. Holguín.

Soy, como muchos de Uds., miembro de Escuela, practico el psicoanálisis. Esto, sin embargo, no ha sido garantía frente al real contingente que vivimos y sus efectos de Unheimlich. Seguramente cada uno de nosotros ha sido confrontado a ese A/ en falta, pero, sobre todo, hemos sido confrontados con la falta que somos, sin poder contar con el yo como partenaire. Lo Un del Unheimlich, que designa -como recuerda Bassols en Una política para erizos, el inconsciente, pone en juego el Uno solo sin el Otro, sin alteridad, ese Uno solo con su goce que viene afirmarse ahí donde no hay relación sexual.

¿Cómo responder? En los vaivenes iniciales, que confieso transcurrieron entre la inhibición y el llamado al A, forcé el encuentro con colegas para buscar una solución que no fuera solamente del orden de lo solidario ni del lado de la comprensión, sino que diera lugar a mi división y la de otros bajo la forma del trabajo. El cartel se constituye en un digno partenaire de mi posición analizante.

Un medio para saber, para dar vuelta al torbellino del agujero. Fue la forma que encontré de enlazar mi Uno solo con otros, para pensar allí cómo responder, cómo prepararnos. Dice en algún momento Lacan, y yo diría más humildemente, cómo continuar mi formación para estar a la altura de la época, y poder responder desde un lugar distinto a la demanda homogenizante del “todos” que intenta identificarnos al real contingente.

Esto es lo que sirvió para dar nombre a esta intervención. Un lazo que tiene estatuto de síntoma.

Quiero, aprovechando esta invitación tan generosa que me hace la EBP, tratar de formalizar con ustedes los fundamentos de este lazo.

Una nueva vuelta por la genealogía del cartel, propuesto por Lacan en el “Acto de fundación” de la Escuela, nos da luces y permite entender por qué insiste en este órgano, incluso en el momento en que disuelve su Escuela en los años 80. No solo no reniega del cartel, sino que afina su formalización. [Decolage]

En otras palabras, Lacan insiste no sólo en mostrarnos que se trata de un medio para que el trabajo de la Escuela funcione, sino que es El medio para llevar a cabo El trabajo en el psicoanálisis, y agrega que, además este es indisoluble de nuestra formación, proponiendo que su funcionamiento gire alrededor de la función del Mas-Uno.

¿Por qué escoge este medio que nombra CARTEL?, ¿qué tipo de medio es este para que Lacan lo constituya como la base de su institución y además es propicio para hacer frente al malestar de su institución y de la época?

Podemos rastrear al menos tres referencias. 1-La Psiquiatría inglesa y la guerra . (me apoyo en el texto de Éric Laurent Lo real y el grupo ). Me interesa esta referencia en tanto permite mostrar, a partir de la oposición que plantea Lacan entre el pragmatismo inglés y la irrealidad francesa, dos maneras distintas de pensar el colectivo.

El pragmatismo o utilitarismo inglés, a partir de lo que llaman “la creación sistemática de un ejército”, donde se toca la figura del militar como “resto” de discurso y se pone el acento sobre la significación del “proceso de identificación horizontal”, intenta producir una relación verídica con lo real, que recusa la idea de “adaptación” y que propone, en oposición al irrealismo francés, no un realismo, sino un “heroísmo”, que es la manera como cada uno, uno por uno, “se exigió al extremo de sí mismo, hasta el agotamiento íntimo de las fuerzas creativas”. Es todo lo contrario al “encantamiento destinado a reabsorber las angustias y los miedos en una solidaridad”.

Bion y Rickman supieron articular las consecuencias prácticas de esta nueva dimensión de la identificación horizontal, organizando pequeños grupos que estaban todos al mismo nivel respecto de cierta tarea a cumplir. Instalan un medio homogéneo con su fuerza identificadora, lo cual supone tener en cuenta la disparidad. Lo que le interesa en el “pequeño grupo” es precisamente que no apunte a lo universal. Nótese que Lacan pone el acento sobre el cada uno, sobre el uno por uno y señala con Freud “que es en el mismo impasse de la situación donde se encuentra la fuerza vital de una intervención”.

Lacan pondera el pragmatismo en la medida en que se trata de un instrumento de lucha contra el universal ciego. No presenta a la igualdad democrática, como dice Laurent, como un bien absoluto, sino que privilegia la identificación horizontal en lugar de la vertical. Si me he detenido y extendido en este punto, es porque considero que muestra con detalle el fundamento del cartel, a saber, el nudo de lo individual y lo colectivo, que es la lección que extraemos de Freud en “Psicología de las masas y análisis del yo”. En otras palabras, propone hacer una elaboración colectiva con otros, sin jefe ni autoridad jerárquica, donde se privilegia lo heterogéneo y lo dispar.

Es sin duda una propuesta subversiva y anti-segregacionista. Todos en el mismo lugar para cumplir una tarea, produciendo un movimiento que va “de la unidad del grupo a la producción de sujetos divididos, reenviados a su pregunta íntima”.

Dos referencias más nos refuerzan la idea que tiene Lacan sobre este pequeño grupo llamado Cartel. Una alude a la historia universitaria y la otra a la historia psicoanalítica.

2- En la universidad apareció la exigencia de pequeños grupos que pudieran sustituir la vieja organización de “curso magistral”, transformándose en una reivindicación de los sindicatos estudiantiles.

3- La excomunión lleva a Lacan a la elección de formar su propia Escuela, declarando la guerra a la jerarquía de notables, de didácticos, de Suficiencias y de Beatitudes de las que se burla en su texto “Situación del psicoanálisis en el 56”.

Si la segunda referencia nos enseña sobre la relación al saber –se destituye el lugar del Otro que sabe para dar lugar a una formación continua, la inmersión del lenguaje (como recordaba recientemente V. Palomera, donde se apunta a ignorar lo que se sabe–, la tercera referencia nos transmite la importancia de un trabajo que se sostenga contrariando tanto las jerarquías como la burocracia institucional. Una jerarquía “cabeza abajo” [Acto de fundación], es sustituida por una organización arremolinada, que gira alrededor de un agujero.

Lacan hace existir un colectivo, la Escuela, donde cada uno viene para trabajar, no para sentarse y recibir un curso magistral dictado por analistas didácticos; subvierte los lugares y especialmente el lugar del saber, ya que cada uno puede conquistar este saber a condición de ponerse al trabajo, un trabajo solitario, con otros.

Tenemos aquí los lineamientos de lo que es este pequeño grupo que, como dice Miller, es un grupo que “no tiene necesidad de grupo” . ¿Como se puede hacer un grupo que no tenga necesidad de grupo?

Entramos en el problema de la identificación.

Se trata de pensar un tipo de identificación sin Otro, para producir lo que llamaríamos con Lacan la identificación con el trabajador; con el trabajador, habría que agregar, decidido. El trabajador decidido, nos dice Lacan, es un analizante de la causa analítica que nos colectiviza pero no nos identifica, que mantiene el agujero. Tratemos de ver cómo. Es una invitación a seguir un camino distinto al propuesto por la doctrina de la identificación freudiana, una identificación ligada a la causa, es decir a eso que “surge en la experiencia analítica”. La propuesta es identificarse a lo “singular”. Cada uno, uno por uno, connotado de lo singular, o para decirlo, en otros términos, marcado por su pregunta íntima, por su rasgo, por su división subjetiva, que es lo que no es parecido ni comparado con nada.

Esta identificación que Lacan llamará identidad sinthomal, supone la idea de un sujeto des-identificado en el grupo (sea familia, grupo social, el país o el grupo analítico), es decir, no identificado con nadie ni con nada, sino con su síntoma… pero, como dice Lacan, tomando sus garantías, es decir, con una cierta distancia del síntoma… distancia que permite la intervención de otros.

Solo así sería posible el anhelo de Lacan, identificarse con el grupo y no en el grupo.

Para sostener esto, como señalamos al inicio, no se necesita un grupo, sino una función. La función del mas-Uno, que no es una función imaginaria que da consistencia al grupo con el reconocimiento mutuo, ni tampoco una función simbólica apoyado en el Ideal del yo (líder, Amo, etc.), sino una función de lo real. ¿Como hacer función de lo real, si éste no puede ser representado? Hacer función de lo real –así lo entiendo– es provocar un trabajo (principio de la elaboración provocada), es decir, “poner a cada uno en su lugar de sujeto”. Producir la posición del sujeto para elaborar un saber.

Esta función, como dice Miller en El banquete de los analistas, hace eco con la fórmula “prescindir del Nombre del Padre a condición de servirnos de él” . Es allí donde –me parece– está la clave. Lacan, propone que, prescindiendo del Nombre del Padre, es decir, del “al menos uno”, servirnos de él para para que no nos pase lo de Amadeo, (Apólogo del señor Valdemar) , el muerto que se hace grande, sino que ese “al menos uno” se convierta en una herramienta, que lo usemos, que nos servirnos de él.

Esto me hizo pensar dos cuestiones. Una, la idea de prescindir apunta precisamente a des-identificarse, no contar más con el Uno del grupo al cual nos identificamos para pertenecer a un conjunto, y dos, usarlo, valerse, hacerlo instrumento es volverlo a incluir, pero ya no como Uno que unifica, sino como uno por uno, cada vez uno.

Se introduce una lógica distinta, la lógica femenina, que rompe con la lógica universal de las identificaciones seguras e introduce una donde no estamos seguros de la identificación o identidad propia, es decir, un agujero, de modo que será necesario que cada uno se invente a sí mismo. Sabemos que esta lógica le sobrepasó a Freud, fue su continente negro y la IPA no supo tomar el guante. También fracasó Lacan en su primera experiencia, que no logró hacer una contra-experiencia de la IPA porque quizá no supo arreglárselas con el Nombre del Padre.

Pero a diferencia de Freud, no se proclamó “como aquel que los mantiene unidos para ser el padre muerto del conjunto”, sino que disolvió su Escuela, haciendo de la disolución no solo algo contingente, sino necesario en la institución analítica. Un grupo que no tiene necesidad de grupo es el grupo que “no necesita el uniforme, el birrete o la decoración” , pero que sabe de los efectos que se producen en un grupo. Es decir, también que el grupo es imposible y que todo lazo, incluyendo el cartel, es suplencia de la no relación sexual (R. S. I.).

El Mas Uno viene a funcionar en el lugar de cuarto nudo (sinthome); sirve para anudar. Aquí “no hay todos” ni tampoco “el al menos uno”, sino diferencia, disparidad. El Más Uno, además de promover la identificación al rasgo singular, localiza el agujero. Para ello, como dirá Lacan en 1980, esta función debe ser encarnada en alguien. Es un modo de subvertir la nominación dada cuando se nombra el lugar de Más Uno, como lugar heterogéneo. Entonces, sin un jefe explícito –como dice Lacan en La psiquiatría inglesa y la guerra–, esto es sin identificación al líder, al amo o el sujeto supuesto saber, pero tampoco al analista, las funciones son reemplazadas espontáneamente por los diversos participantes según sus propias cualidades; se produce una separación de la función de jefe, de la de autoridad jerárquica y del desmantelamiento de la masividad del jefe, lo que supone una función permutativa.

En otras palabras, el Uno queda excluido, pero inyectando el efecto sujeto, es decir causando el efecto de división de sujeto en la estructura del grupo. Se hace de la excepción, de la singularidad del síntoma de cada uno algo que valga para todos y para cada uno. Lugar desde donde se causa la transferencia de trabajo, paso de trabajo. ¿No es esto acaso lo que propone Miller para una conversación en el marco de la conferencia de Turin? “…una forma de identificación con el grupo que podría motivar una verdadera acción política desde el psicoanálisis… Hacerse causa del sujeto de lo colectivo”. Aquí se juega la transformación que propone Miller a la formula kantiana.

Al contrario de ponerse en el lugar del otro (que supone la identificación y lo peor, pues al ponerse en el lugar del otro, debe desalojarlo), se trata de “poner al otro en su lugar de sujeto…hablarle y escucharlo más allá de sus identificaciones correlativas al yo de cada uno, es decir, confrontar a cada uno a la diferencia absoluta de su singularidad, lo que quiere decir confrontarlo a su lugar de sujeto”. El cartel se constituye en una herramienta de “garantía”.

He aquí la pragmática lacaniana, en tanto apuesta por la transferencia de trabajo a partir del síntoma de cada uno, abriendo la posibilidad de algunos hallazgos, trozos de saber, allí donde algo se nos escapa. Una forma de aproximarse al agujero, sin taponarlo. El cartel introduce un corte. Se constituye en un objeto separador frente a la igualdad universal y sin excepción de un “para todo”, que nos saca en un mismo tiempo del “atrincheramiento” y nos arriesga a la contingencia por la vía del lazo, la vía de la transferencia de trabajo. El trabajador decidido (que no es el AE), sostiene El trabajo como causa, autorizado en un deseo que pueda dar todo su poder a la palabra y a la escucha del otro como sujeto de la palabra y del deseo, siempre inconsciente, para de ese modo introducir “decididamente” la conversación analítica sobre los impasses de la civilización. Decisión que supone una elección (herética) entre el S1 y el objeto a causa de deseo. Esta experiencia no es una ortodoxia, sino una elección.

La NEL desde hace ya varios años apostó por esta vía haciendo uso de lo virtual. Con ello ha pretendido, de una parte, construir una comunidad de trabajo a pesar de la distancia geográfica y de otra, contrariar el discurso del amo, agujereando lo local que aparece organizado alrededor de “únicos”, de “al menos uno”. Al tiempo que ha sido un arma potente contra la alienación de amos locales, ha agujereado la Escuela. Es un esfuerzo permanente para que cada miembro deponga su título, su nombre, y la creencia de que una vez que entra la Escuela ya no trabaja, favoreciendo el funcionamiento democrático y de ese modo ir contra los efectos grupales. Ha sido una invitación ¡A trabajar!, invitación, que siempre estuvo articulada a la posibilidad de un encuentro de cuerpos en Jornadas de Escuela y actividades locales.

Hoy, al menos en mi caso y no sólo porque no nos podemos encontrar, o precisamente por ello, el cartel ha sido puesto a prueba como instrumento de formación y herramienta de “garantía”, respuesta frente a lo contingente. Con el cartel se introdujo en el tiempo cronológico y objetivo, un tiempo subjetivo y lógico. Un modo de insistir y funcionar como antídoto contra el sentido, en tanto se pone en acto la política del síntoma, se posibilita la producción de un saber nuevo en una enunciación que es propia de cada uno. Es una manera de re-inventar el lazo, pero sobre todo ha sido mi manera de hacer par con la urgencia, incluso sabiendo que es incierto el momento del encuentro.

Muchas gracias.