Renato Andrade
Buen día.
Muy agradecido por la invitación de la Comisión de carteles de la NEL-Bogotá en la persona de Clara Holguín, y por la confianza de Maite Russi, responsable del Secretariado de carteles (SDC) de la escuela, para tomar su lugar en este evento.
En el SDC, conversando con cada uno de los colegas responsables de las comisiones en las distintas secciones, empezamos a interrogarnos por los “usos del cartel” que se hacen en cada lugar. Por ejemplo, cuando la propuesta de conformar un cartel no viene de alguien en particular sino del directorio mismo. ¿De qué se trata esta apuesta?, ¿a qué lectura responde? –son dos de las preguntas para continuar interrogándonos. En algunos lugares hemos escuchado que la invitación a cartelizarse es una manera de tramitar un malestar surgido a nivel del lazo-escuela. En otras ocasiones, es un esfuerzo por poner a trabajar a quienes suelen apartarse del movimiento laboral de la escuela.
Otro tema a considerar gracias a los carteles es la relación entre lo uno y lo múltiple. Lo uno de la escuela son sus instancias, sus actividades, que orientan e interpretan a la comunidad psicoanalítica, y se desarrollan según tiempos y formas característicos. Los carteles, por el contrario, suelen responder a iniciativas propias, a la curiosidad, la intuición, el prurito, los impases de quienes los convocan; responden más rápidamente a los acontecimientos; y, cuando presentan sus productos a la escuela, introducen temas novedosos y hasta marginales. Cuando en el SDC repasamos el catálogo de carteles de la escuela, nos percatamos que no sólo es vasto sino diverso. Algunos temas que ocuparon a la escuela pueden rastrearse en títulos de carteles que funcionaron antes. Por esta razón, por ejemplo, los informes de las Comisiones de carteles locales, antes que presentar listados y contar números, podrían elaborar cuáles son los temas que nos atraviesan y que hay que traer al centro de la escuela.
Dicho esto, resulta interesante preguntarse por la relación cartel-escuela, relación que está desde la constitución misma de la escuela, en el texto de Lacan Acto de fundación. ¿A qué experiencia respondía Lacan con su invención del cartel?, proponiendo que sea por esa modalidad de trabajo que los interesados se incluyeran en su escuela. En esa línea, el cartel es una contra-experiencia. La identificación grupal, el caudillismo, la infatuación de los amos, la inhibición del neurótico, son recodos inevitables en el recorrido de la formación analítica, dada la manera en la que se difunde el psicoanálisis y el lugar que ocupa el analista en el dispositivo. Por eso no es de extrañar que Lacan creara un dispositivo de estudio que, si bien no elimina, por lo menos obstaculiza estas tendencias.
¿Puede un cartel interpretar la escuela?, ¿sacudirla?, ¿crear olas en el mar de la institución? En los últimos días, por debates respecto del pase que nos llegan desde la Escuela de la Causa Freudiana, repasamos que también es función del AE interpretar la escuela. Pero no sólo del AE, sino del Cartel del pase. A su vez, recuerdo alocuciones de ex presidentas de la NEL, espabilándonos con que cada miembro de la escuela puede, desde su lugar, interpretar, conmover la escuela, por lo que dicho acto no se reserva a los órganos directivos de la escuela ni a su consejo. En esa línea, ¿no podría un cartel, cada cartelizante con su trabajo, interpretar la escuela? No podemos asegurarlo, pero tampoco podemos negar que es sumamente valioso tomar la palabra, el lapicero o las teclas del computador. Por ello resulta fundamental, desde las instancias de conducción, asegurar que lo que emana de la escuela pueda retornar a ella, generando espacios para exponer lo que se ha producido a partir de la iniciativa, de la interrogación.
Vamos a hacer un cartel… cuando se profieren estas palabras, o se oyen como una invitación, como una propuesta a la que se consiente, no se sabe muy bien lo que ocurrirá, en qué desembocará y, desde ese ángulo, puede resultar emocionante. Lo plantearía así: la intención de hacer un cartel, ¿derivará en un cartel? Uno puede terminar un cartel, sumarlo a la experiencia, pero demostrar que hubo cartel, eso es otra cosa, eso sólo es posible a través de sus efectos. En ese sentido, el cartel es una apuesta, y es también una orientación.
Por ejemplo, a lo largo del tiempo los directorios de las secciones de la NEL han invitado a trabajar en carteles, y podría decirse que hasta los han promovido. La pregunta es ¿por qué?: ¿qué hay en esta modalidad de trabajo que vale la pena preservar, recrear, difundir? Trabajar en carteles no se trata de una consigna institucional. Tampoco de preservar, como si de una pieza de museo se tratase, todo aquello que Lacan propuso. Si las sucesivas gestiones y los colegas continúan apostando por el cartel debe ser por los efectos que es capaz de producir. ¿Cuáles son? ¿De qué se tratan? Hay que poderlos ubicar y demostrar cada vez.
Si salimos de la idea del “producto” de cartel como un trabajo para presentar, y de la idea de la experiencia como lo testimonial, no es para nada sencillo ubicar los efectos propios del cartel. La tarea de “ubicar efectos” siempre tiene su complejidad. Para ello, en primer lugar, se requiere de un discurso –una alocución, un texto. Luego, en ese discurso, hay que poder situar la función del sujeto, el vacío, la inconsistencia, para interrogarla.
Si lo piensan, a partir de la función del más-uno, el cartel pone a circular la falta, donde no se trata tanto de la aceptación de la castración imaginaria, del “me falta” neurótico, sino de la falta en el Otro.
¿Podríamos exportar el cartel? ¿Podría pasar a la cultura? ¿Podríamos pensar un mundo en el que algunas organizaciones, equipos y hasta empresas, adopten la modalidad de trabajo denominada “cartel”? La respuesta es no. Porque para que haya cartel tiene que haber discurso analítico, y para que haya discurso analítico tiene que haber analizantes. Esta es la razón por la cual, para que haya cartel en sentido estricto –y noten que no hablo de su constitución, porque se lo puede constituir sin que haya–, no alcanza con un más-uno, por más miembro que sea, AE incluso; tiene que haber analizantes, más de uno, y con ello no me refiero a los pacientes, que pueden serlo, sino que estén en esa posición. Ningún más-uno produce cartelizantes; son los analizantes los que producen la función más-uno.
Vayan al matema del discurso analítico. Lo que tiene que constatarse como efecto corresponde al saber y al significante. Una nueva relación con el saber: por eso se sitúa abajo a la izquierda, en el lugar del sujeto, es decir de lo que no alcanza a representarse, lo que falta, lo barrado. Y una nueva relación con el significante: y por eso lo que se produce, abajo a la derecha, es un significante que no remite a otro significante, que no hace metáfora ni metonimia, sino que fija, marca, anuda.
Muchas gracias.