Laura Arciniegas
Una conección directa entre devenir analista y enseñar psicoanálisis ha sido resaltada en la orientación lacaniana cuando se plantea que la formación está anudada intimamente al análisis y por ende a la transformación del sujeto al final del mismo. “Uno se forma en la Escuela con lo que enseña a partir de lo que ha aislado en su propia experiencia analítica” planteaba Bassols en su intervención en la NEL titulada “Sobre la formación del analista” en 2017. En esta perspectiva podemos decir que no hay enseñanza del psicoanálisis como saber constituído, aplicable, para todos, sino que ella surge de lo particular de una experiencia, la experiencia analítica que produce un analista cuando se ha podido aislar, bordear, indicar, un real en juego propio y singular.
Tampoco hay en nuestra orientación un programa establecido de esa formación, hay enseñanza de lo particular de esa experiencia en el uno por uno a traves de una transferencia de trabajo, lo que implica a su vez una experiencia de Escuela como experiencia subjetiva. Hay enseñanza cuando se transmite un saber hacer con ese real imposible de nombrar. Hay la Escuela como lugar posible de hacer del deseo del analista que surge de tal experiencia un lugar de tratamiento del real sobre el que se asienta toda experiencia colectiva.
“Todo el mundo es loco, es decir delirante”, es la frase que Miller elige como brújula de la que sería la ultimísima enseñanza de Lacan. Escucha en ella una nota fundamental que tendría una incidencia en la práctica analítica y en la enseñanza al resaltar que de los cuatro discursos trabajados por Lacan, el analítico constituye una excepción por cuanto es el único que no se cree la verdad (que es semblante, variable, “varidad”) y por ende excluye la dominación lo que tiene consecuencia éticas fundamentales.
Se reedita aquí la pregunta de Lacan, ¿Cómo enseñar lo que no se enseña? y ¿lo que el psicoanálisis nos enseña cómo enseñarlo? Señalado el cortocircuito entre enseñanza, dominación, y ubicada la incompatibilidad del psicoanálisis con la pedagogía que implica el universal ¿que salida posible?, ¿como hacemos con lo imposible de enseñar? Y más aún, ¿desde donde se haría posible? He aquí una paradoja, una tensión entre el matema que valdría para todos, lo enseñable y el discurso analítico que compete a lo más singular, y cuya referencia es del orden del no-todo.
Las enseñanzas del pase, al no tener ambición de universalidad pueden orientarnos en la perspectiva esbozada. Toman un lugar preponderante ( aunque no único) por cuanto se trata de la solución singular, irrepetible que un analista que ha devenido tal, ha podido encontrar. En un sentido no dice nada de carácter univesalizable, en otro, enseña a partir de su propio imposible, de su real en juego en la propia formación, que no tiene forma común, y por ende puede transmitir un “saber hacer” y un saber arreglárselas con ese real propio, que paradójicamente ¡no enseña nada!
La enseñanza a la que apunta, “es aquella que se dice, se profiere, se profesa, se vocifera” para lo cual hay que tener un cuerpo, dar de su persona y no solamente de su sujeto. El acento aquí está puesto en su relación con el goce. “Esta enseñanza se vocifera desde el lugar de Ya-nadie”. La vociferación le añade a la palabra, el valor, la dimensión, el peso de la voz superando la división, enunciado, enunciación: “no se suspende, no se distancia de quien la pronuncia, incluye su punto de emisión”. Implica al cuerpo y por ende al goce.
Lacan pedía que su enseñanza tenga estatuto de vociferación, -subraya Miller-, es decir, dicha desde un lugar que sirva para orientar la escucha psicoanalítica que condensa e inaugura la posición del analista que apunta de entrada a verificar que el sujeto está anudado al goce, inscripto en él.
De ello se desprende una orientación para la formación: “No formamos analistas con la enseñanza, sino con la experiencia”. Si para enseñar tiene que haber matema, saber previo, una fórmula lógica (para todo x) en la experiencia el saber está por venir, y siempre valdrá solo para uno. En esta perspectiva el Pase, intenta transformar el saber de uno solo que viene de su experiencia, en materia de enseñanza para todos. Un imposible se ubica en esa enseñanza que no cesa de no escribirse. Esta paradoja, fecunda sin duda, anima cada vez a decir algo nuevo. Apunta a causar y no a colmar en la transmisión de un deseo inédito, con un estilo propio, preservando el agujero del saber.
Ello no es sin la Escuela, donde “se ponen juntas las singularidades ligadas, ya no al ideal del padre, sino por una transferencia al psicoanálisis, al discurso analítico como lazo social”. Cada uno, como subraya E. Laurent, con su marca de lo que fue el trauma de goce sobre el cuerpo, que lo identifica pero sin medida de identificación con otro.
Un nuevo lazo es la apuesta del discurso analítico, que surge de haber llevado el análisis hasta su final, al haber podido cernir algo de ese real propio, singular con el que se hace lazo, y con el que se enseña, cada vez, algo de ese “imposible” de enseñar.
Referencias:
- Bassols, M., “Sobre la formación del analista” Intervención en la NEL, en marzo de 2017. Página de la Escuela: http://www.nel-amp.org/index.php?file=Actividades/El-Seminario-de-la-NEL/2016-2018/Seminario-de-Investigacion-sobre-la-Practica-Analitica.html
- Miller, J.A., “Brújula de la última enseñanza”. Todo el mundo es loco, Paidós, 2015.
- Miller, J.A., “Cada uno en su mundo”. Todo el mundo es loco, Paidós, 2015.
- Laurent, E. “Política del Pase e identificación desegregativa”. Lacaniana No. 26, Revista de la Escuela de Orientación Lacanaina, Buenos Aires Año XIV, junio de 2019.