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De la demanda al deseo: arreglos

María Solita Quijano

El caso de mi cartel, “El psicoanalista en lo social” tuvo una dificultad para mí; en sus primeros tiempos de trabajo me produjo malestar que se ocupara el tiempo de los encuentros en discutir cómo cumplir con el compromiso de hacernos cargo de unas noches de Escuela, previamente establecidas. Fue la propuesta del directorio a la cual consentimos quienes nos inscribimos en alguno de los tres carteles propuestos. El hecho de manifestar mi malestar en el cartel, de que se pudiera conversar sobre la tensión entre el trabajo singular del rasgo con sus temporalidades propias y los compromisos implicados en la dimensión grupal, me permitió apré-coup situar al menos dos dimensiones que forman parte de la experiencia de cartel, a saber: lo grupal y lo singular, tanto en la dimensión del saber, que está en el centro de la experiencia, como plantea Miller en su texto sobre “Cinco variaciones sobre el tema de “la elaboración provocada”, como de lo real del grupo, que la estructura intenta tratar. En este punto, la atención que prestó el más-uno a lo que surgió de la conversación, modificando las modalidades de convocatoria para los espacios de las noches de Escuela, permitió la rectificación, al menos para mí, de la transferencia de trabajo. Hubo momentos muy interesantes de elaboración en relación con el tema que nos ha reunido, que es parte de la dimensión grupal pero también de las modalidades singulares.

Se produjo un impasse. El término impasse es un galicismo que Google traduce como “callejón sin salida” y por supuesto elaborarlo “A cielo abierto”, forma parte de lo que Lacan formalizó para el cartel en 1980, en el cuarto punto: “…una exposición periódica de los resultados y de las crisis del trabajo…”.

En esta oportunidad me he preguntado mas bien por los arreglos, o el arreglo que en este caso permitió el mas uno en su función para conseguir la continuidad del trabajo y así procurar que cada uno de los cartelizantes con sus singularidades y temporalidades pusiera en juego un deseo no solo de saber sino de poder pensar asuntos de escuela, que ha sido la apuesta del directorio.

Un asunto por elaborar, quedan inquietudes; pero se abren al menos dos cuestiones a la conversación: qué es un arreglo, incluso me pregunto si podemos hablar de arreglos en un cartel, por un lado; y por otro cómo pensar la función más-uno, esa experiencia en relación con los arreglos y los impasses.

En el caso que expuse, en el que quise relevar un arreglo, lo propongo en términos de pasar de una demanda-institucional- al deseo, o deseos, que reanimó la transferencia de trabajo permitiendo la circulación de interrogantes, singulares claro, de los cartelizantes. La manifestación de un malestar, tomado por el mas uno al separar la función “miembro del directorio” de la función “más-uno” (encarnados por la misma persona), pienso que fue lo que permitió la continuidad del trabajo del cartel, valga decirlo, como cartel.