“Así pues, con la expresión más-uno tenemos, en primer lugar, el principio mismo de la serie y, en segundo lugar, el nombre en este uso absoluto, separado. La expresión más-uno designa, pues, lo que está fuera de la serie y permite cerrarla, terminarla. Está fuera de la serie, pero como le es útil también le pertenece.”
Miller, J.-A., “El nombre del padre o cómo valerse de él”, El Banquete de los analistas, Paidós, Buenos Aires, 2010, p 140.
“El cartel es una micro- sociedad. Formar -o invitar a que se formen- carteles es afirmar que, desde que existe la función de más-uno, no nos corresponde negarla en nombre de nuestra buena voluntad, nuestros desiderata. Luego,-trivialicémosla, hagamos montones de microsociedades, cada una con su más-uno, el cual a partir de entonces no será tanto una persona como un lugar de estructura. Se puede, pues, prescindir del Nombre del Padre con la condición de valerse de él: he aquí lo que muestra el cartel.”
Miller, J.-A., “El nombre del padre o cómo valerse de él”, El Banquete de los analistas, Paidós, Buenos Aires, 2010, p 142.
“La creación del cartel es contemporánea a la creación de la Escuela, e incluso, como se pudo decir en otros lugares, la Escuela al comienzo es en realidad sus carteles. La unidad cartel es miembro de la Escuela, ya que una ficción pretendería que se presente para adherirse un cartel, más que los miembros individuales. Digo una ficción porque prácticamente las personas se inscribieron una por una. La unidad de miembro era entonces más que el miembro individual, este grupo de cinco llamado cartel”.
Miller J.-A., “Seminario de política lacaniana #5”, Política Lacaniana. Colección Diva, Buenos Aires, 1999, p.40.
“En el “Acto de fundación” todo el acento está puesto en establecer sobre qué institución descansa la Escuela. No descansa sobre jurados ni sobre colegios; el único órgano verdaderamente especificado como órgano de base es el cartel, que se define como un pequeño grupo de ejecución de un trabajo. En otras palabras, la finalidad de la Escuela como organismo es que cumpla un trabajo y, para ejecutarlo, la única institución especificada es el cartel.”
Miller, J.-A., “Del acto a la proposición”, El Banquete de los analistas, Paidós, Buenos Aires, 2010, p.207
“Y es que en el Acto de Fundación de la Escuela es: ¡Por aquí, pequeños, seremos todos iguales! Todos estaremos en carteles y habrá permutaciones; nadie podrá capitalizar su estatuto de más-uno para volverse más-dos, más-tres, más-cuatro, etcétera. Por el contrario, si se fue más-uno, se volverá a la base del próximo cartel. Luego, la idea es una atomización de los miembros y una igualdad que permitan prever que participen de entrada en el cartel el recién llegado, el analista debutante, el veterano, etc. El sistema de la Escuela de 1964 es, pues, por completo igualitario en el “Acto de fundación” y, justamente porque no se ocupa de la definición del psicoanalista {…}”
Miller, J.-A., “La Escuela de Lacan”, El Banquete de los analistas, Paidós, Buenos Aires, 2010, p.217
“Trabajador decidido significa ¡decidido a trabajar! Es el criterio de un trabajo por hacer, de un trabajo todavía en potencia, lo cual estaba plasmado en el primer anuario que publicó la Escuela, donde a cada nombre seguía la mención de un proyecto de trabajo que permitía ser miembro. Piensen en la importancia de esto, de que no sea un título ya adquirido lo que les abre las puertas, sino la mención de algo que se proponen hacer y que, tan pronto como aparece escrito, se lo prometen a la Escuela. Así pues, lo que permite entrar es una promesa, y Lacan admitió gente en carácter de promesa, con un carácter ineliminable de apuesta; no aceptó valores seguros y confirmados, sino justamente valores por confirmar.”
Miller, J.-A., “La paradoja de la garantía”, El Banquete de los analistas, Paidós, Buenos Aires, 2010, p.235-236.
“Con una simplificación patética solemos oponer las “lógicas colectivas”, que reservamos para nuestras acciones, a la “psicología de las masas” que dedicamos a la debilidad mental de los otros. Pero ¿cómo sabemos que no conformamos una masa, sometidos a la identificación colectiva, más allá de nuestras buenas intenciones? El cartel da una pista para orientarse en este sentido en la medida en que sostenga la idea de Lacan respecto de que no hay enunciación colectiva. La política de la enunciación es una enorme y eficaz aplanadora de las jerarquías, en especial si estas se encuentran un poco rígidas en sus lugares institucionales y en especial si esta enunciación se autoriza en la relación que cada uno tiene con el inconsciente, con el de cada uno, claro. Frente a eso que nos determina, nadie puede erigirse en un “maestro”. Pero sí puede hacer valer el saber-verdad que ha obtenido hasta allí de su experiencia de análisis y hacer ver dónde se está respecto de la formación analítica. Eso es algo de lo que la Escuela debería tomar nota, poner a prueba y sancionar oportunamente. La fórmula “todos analizantes” debe leerse así: todos iguales frente a la experiencia del inconsciente y de lo real. Desde allí hablamos, los practicantes, los AME, los AE, y todos los que se acercan a nuestra Escuela de las más variadas maneras”.
Tarrab, M., La mirada de las imágenes, Grama ediciones, Buenos Aires, 2018, p.224-225
“Hoy más que nunca hay que recordar la advertencia de Lacan a los que participan en carteles, es decir a cada uno que participa en esa célula básica: “no hay enunciación colectiva” y agregaría que eso significa: arréglatela como puedas y que las cartas que jugás sean las tuyas. Lo demás siempre será la ilusión del semblante colectivo, ineliminable por cierto.”
Tarrab, M., La mirada de las imágenes, Grama ediciones, Buenos Aires, 2018, p.230
“El cartel y el pase mantienen cierta vecindad que hay que cuidar si queremos preservar la incomodidad de lo heterogéneo frente a las identificaciones que nos igualan y que inevitablemente nos amasan.”
Tarrab, M., La mirada de las imágenes, Grama ediciones, Buenos Aires, p.233